viernes, 11 de julio de 2008

Las cosas importantes


Desde la pantalla, una foto en blanco y negro se proyecta pese al tiempo, ya nada existe de lo que fue fotografiado, ya nadie queda. Las personas, miran la lente e ignoran a donde serán llevadas, a un lado de vagones de carga visten su mejor ropa, las mujeres; llevan consigo sus bolsas de mano, los niños usan boinas, y aún los pequeños, portan chalecos y una estrella cosida en el abrigo; al frente, una niña pequeña lleva todas sus pertenencias en un neceser que ella misma carga. Familias enteras avanzan para llenar esos vagones sin asientos que los llevarán a un lugar que desconocen, a un exilio que no les dejará volver a sus casas, cargan lo que puede caber en sus bolsillos, más adelante, todo les será confiscado, serán separados, los hombres de las mujeres, los adultos de los niños y las madres de sus hijos; los ancianos ya no estarán cuando haya terminado el translado.
Horas después de ser retratados poco quedará de lo que fue grabado en la lente.

Durante la noche de viaje, un hombre se da cuenta que su abrigo sólo puede servir si lo usa para cubrir a un bebé que llora de hambre y no sabe que el dolor de su cuerpecito es provocado por el frío que penetra entre los tablones de las paredes y del piso; no hay alimentos en los bolsos, no hay nada que pueda servir para regresarle la vida cuando comienza a amoratarse.

Al fondo, una mujer ajena a la tragedia, a su propia desgracia, se pregunta qué será de sus libros, los que aún no habían sido vendidos, sus muebles queridos, su vajilla, sus cuadros, su vestido de novia guardado en una caja verde que desempolvaba cada año, sus relojes, el mantel de lino, las servilletas bordadas, el arcón donde guardaba el ajuar, las cajas de recuerdos, el secreter con el fondo falso para guardar algunas monedas, las cajas con sombreros, el piano que sonó toda la infancia y que se calló cuando hubo que guardar silencio, cuando hubo que esconderse bajo la duela, entre el polvo, y cuando hubo que pensar en abandonarlo todo. Piensa si cosió bien la costura del forro del cinturón donde aún lleva unas monedas para, de ser necesario, cambiarlas por su propia vida.

Yo observo el instante, cada uno podría hablar y contar lo que sucedió después, sin embargo, es la mudez de los colores la que relata el viaje que dejó herida la historia y que en su mismo silencio condena, como el ulular del viento en un cementerio, en el que siempre esperamos advertir el perdón de las almas que estuvieron.

Hay fotografías que captan un sólo momento, como el constante fluir de una fuente o el eterno retrato frente a la Torre Eiffel, hay otras que tienen un devenir en sí mismas, que no pueden ser explicadas hasta que pasa el tiempo, pero aún así no son explicativas, no dan respuestas y mucho menos son aleccionadoras, son la mueca del contrasentido y el costo de la imbecilidad.

Hoy me observa a mi otra lente, llevo puestas mis botas y un vestido negro, en mi bolso llevo el dinero para regresar, las llaves, mis lentes, un espejo y una cartera con mis credenciales. Ante el flash, expreso un esbozo de sonrisa, no se si yo misma veré la impresión en alguna sección del diario. No sé si mañana haya vuelto a mi casa, con mis almanaques, al ruido de la calle que entra cada mañana por la ventana. No me importa si alguien regaló mi ropa o tenga que vender la medalla que heredé de mi madre para pagar los estudios médicos, son sólo objetos. Tampoco sé cuándo mi rostro dejará de ser este y se convertirá en otro que me cueste trabajo reconocer y aceptar. Este, advierto, es sólo un instante y en la casa está mamá, a lado mío estás tú y en mi memoria están todas las cosas que he querido y he ido dejando, poco a poco, hoy sólo se que estamos y es lo único importante.
Mañana, la fotografía relatará su propia historia.

El Caos




En todo el mundo, por debajo de la arena, entre las montañas, en medio de las ciudades que se superponen unas a otras olvidando sus historias pasadas, como queriendo construir un futuro no sobre las ruinas del pasado sino a pesar de estas, comenzó a tenderse una enorme telaraña, una red que enlazó todas las piedras. Antes, cuando una pequeña roca resbalaba por una ladera, se deslizaba sola produciendo un tintineo en su caída hasta que era detenida en la base; una vez que todo quedó unido a esa red invisible y consciente, la caída de un guijarro produce una desproporcional avalancha que jala en su inercia toda una montaña.

Así, hubo ciudades sepultadas por cenizas, erupciones que provocaron maremotos, mares que se evaporaron hasta convertirse en desiertos, civilizaciones que han quedado enterradas bajo miles de años de historia que no las recuerdan. Los dioses, se transformaron en espíritus invisibles embalsamados en una mentira que insiste en negar que alguna vez mandaron sobre todo lo creado y tuvieron el poder de convocar el Orden. Hoy, guardan silencio, su voz es inaudible en el estruendo en el que flotan nuestros pasos, el viaje de los satélites fabricados por los hombres, las palabras silenciosas que viajan en ondas hasta receptores que las decodifican, el efecto de píldoras que precisan nuestros estados de ánimo, la ley que detrmina lo que debemos sentir y lo que cada ser, desde que nace, está obligado a cumplir como designio de un sistema monstruoso que nos gobierna. El Caos.

Hablar, simplemente advertir que estamos muertos, que somos esas ruinas sobre las que se edifican nuevas constucciones es abrir los ojos y darse cuenta que somos cadáveres sobre cadáveres, sin voluntad, condenados a permanecer unidos. Nuestros movimientos sólo son la respuesta de la inercia de una ola, todos estamos enlazados, carentes de un libre albedrío para realizar nuestros deseos, los nuestros, los que sólo podrían darnos la dignidad de decidir a cada quien por cual ladera despeñarse. No existe ya la libertad, sometidos en esa trama palpitante, somos acción y reacción de una fuerza que está por debajo, por encima y en nosotros mismos.

Yo camino entre los muertos, la soledad me acongoja, sé de cierto que nadie quiere despertar de su agonía, nadie es consciente de que su tragedia no es propia, sino usurpada, plagiada del terreno de la imaginación, que es el único reducto en donde se han refugiado; una imaginación pobre y que sirve únicamente para darle sentido a una existencia vana, en la que parece que nada es importante, que nada vale la pena, que todo puede ser perdonado y que nadie puede aspirar a la inmortalidad o al heroísmo, porque a nadie le es permitido. Una existencia insoportable.

Sin embargo, en el Caos hay principios básicos, la fuerza que lo anima es contenida, no existe una respuesta inmediata, ésta se va acumulando hasta que de pronto explota, como una supernova. Es como si de pronto un reloj se detuviera a las seis, pero el tiempo sigue ocurriendo, sigue su propia ley y trayectoria, al pasar de algunos años, este reloj operará en un sólo instante por todo el tiempo acumulado, sus manecillas girarán a tal velocidad y con tal fuerza que se desvanecerán hasta desaparecer, nosotros veríamos que un momento el reloj está sobre una mesa y al segundo siguiente, simplemente no estará, aparentemente sin ninguna explicación. Quizá otros objetos que están a su alrededor, también desaparecerán o la mesa se incendiará, todo sucederá al mismo tiempo.

La imaginación, también está sometida a las reglas del reloj, yo comencé a subir por una escalera, en cada peldaño imaginé quién eras, cómo sería el tono de tu piel o su temperatura, cuál sería la primera palabra que escucharía de tus labios, cómo podría resonar en su eco cada vez que la evocara, cuántos pasos podríamos caminar juntos y cuántos más los haríamos por separado, qué días te vería despertar y qué tardes de domingo estaría extrañándote. Yo imaginé historias, libros que leeríamos juntos, paredes que cambiaríamos de color y el café turco que prepararía según tus indicaciones; imaginé tus despedidas y tus encuentros, tu voz encolerizada y también tus palabras tiernas. Me ví a mi traduciendo tus notas graves o melancólicas en palabras que imprimiría en libros de cuentos o de poesía, añoré tu llegada antes de que te fueras y escribí cartas que te enviaría. Todo se colgó de una de las manecillas de ese reloj, todo quedó en espera.

Yo soñé, soñé una existencia que sólo figuraba en mi imaginación, pues desde aquel día en que no morí y me rebelé ante ese absurdo destino, me convertí en parte de esa telaraña que imagina pero que no tiene el poder de actuar, quien sabe qué pasa, pero que es movida por los hilos que dictan el movimiento de una masa que se mueve en conjunto y no permite liberar a cada ser que la integra.

Ante tus ojos, desaparecí como el reloj, todo eso que acumulé se precipitó en un segundo, todo lo vivi en esa facción de tiempo, todo estalló dentro de mí hasta pulverizarme y desaparecer. Desde aquí, escucho la voz de los dioses que murmullan desde la nada, observo lo que aún no sucede, me apego al devenir y espero que el tiempo regrese.

Destino


Hay un libro que presagia el destino de cada alma que ha caminado por este mundo; las palabras gobiernan el destino para aquel que sepa su contenido, por eso no hay palabras inocentes. Todos tienen ojos para entender los caligramas que entintan sus páginas viejas, pero no todos obtienen el significado de cada historia. Dicen que un día, no muy lejano, todas las páginas de este libro se enegrecerán y ya no será posible conocer el futuro que a cada cual le espera, entonces ya nadie estará a salvo de su propia existencia, o quizá sea que todo quede estático sin un devenir propio cuando todas las historias se hayan agotado.


Antes de abrir este libro y leer sus páginas hay que saber que nadie puede salir indemne cuando ha sido tocado por el destino, por la fatalidad que es imposible eludir, por el sino que gobierna el eterno nacimiento de las mismas almas condenadas a repetir una y otra vez sus mismos errores, como un oleaje que sólo existe para desgastar las rocas hasta convertirlas en arena fina e infinita. Es imposible querer ignorar el dolor y el miedo que se agitan en quien ha sido escogido para obedecer a un destino determinado desde que el tiempo fue creado.


Hoy pienso que sólo vamos decidiendo la dirección de nuestros pasos, pero la voluntad de quien decide que ruta tomar no tiene poder sobre las condiciones del camino, este puede tornarse silencioso y hostil a pesar de que su caminante sueñe con campos azules y árboles risueños, como recuerdos de una vida que aún no se ha vivido o de un futuro que estará al cruzar el horizonte. Te pienso cruzando el horizonte aunque caminemos aún por un desierto adormilado de vacío y soledad, sigue caminando.


Yo apago la luz de cada estrella para poder dormir esta noche, me desago de todos los recuerdos y los dejo volar para que sean libres y me dejen ligera. La noche siempre trae la promesa del amanecer y en eso radica su misterio y su belleza, en que es pasajera, quien se queda para siempre en la oscuridad es quien se niega a despertar de su noche interna.
Descansa, una luciérnaga cuida que siempre haya una luz encendida

viernes, 18 de enero de 2008

Jaque Mate. El Rey ha muerto.



Es el significado del persa shah -rey- y el árabe mat -ha muerto-, de donde deviene Jaque Mate. Murió Bobby Fischer, el Gran Maestro Ajedrecista, luego de llenar con sus años los 64 escaques del tablero; 8 es el símbolo del infinito, ocho veces ocho es un número sagrado. El ajedrez es un juego peligroso, nadie que lo conozca puede opinar distinto. Fischer caminó 64 años en diagonal y dando brincos entre los cuadros blancos y negros, derribó torres, aconsejó monarcas, intuyó todo tipo de estrategias para flanquear alfiles, derrotó ejércitos, se coronó y tomó el trono que le correspondía, pero nunca supuso que su vida tendría el mismo número de escaques del tablero, o tal vez sí, y ese fue su último homenaje.

Cada vez que se comienza una partida se lleva a cabo una batalla que se disputa entre los Dioses y los Titanes, los Devas y los Asuras, los Ángeles y los Demonios, entre el Hombre y a Muerte como lo filmó Bergman en El Séptimo Sello. La casillas, blancas y negras, representan el dualismo fundamental del mundo, son el lugar o campo de acción de las fuerzas (divinas) en combate.

El ajedrez habla del destino, de la inteligencia por encima del azar y la suerte, pero aún así, estos tienen su propio lugar, en la intuición. El Maestro visualiza todas las posibilidades y ejerce su voluntad en un movimiento, pero existen también las probabilidades de las que depende, esas, no puede gobernarlas y son las que lo conducen, las que caóticamente pueden revertir una situación y borrar la existencia o abrir un camino y dominar al oponente. Dentro del tablero existen todas las posibilidades, en él se contiene al Todo, sólo el que es sabio y conoce las reglas, intuye las probabilidades y tiene un don preciado, la libertad. Sólo el Conocimiento otorga la Libertad, quien no lo posee, esta condenado a la suerte, al azar, al destino.

Jugar ajedrez es penetrar el terreno entre lo sagrado y lo profano, el encuentro de dos fuerzas en pugna, la oscuridad y la luz, que en forma se complementan, pero en el fondo sólo una es la que prevalecerá. Hoy, en Islandia, el Rey en exilio perdió la partida, hoy el tablero tiene un solo color.

miércoles, 16 de enero de 2008

Desde cuándo, hasta cuando...


Los relojes venden caro su tiempo, cada manecilla apunta en dirección opuesta y confunde la ruta de los minutos, de las horas que a veces se quedan dormidas con el monótono ir y venir de los espasmódicos segundos. El tiempo se queda prensado en ese mecanismo oculto, enredado en los engranes, dolorido en su fuga, decapitado en su pecado. Tirante, el tiempo es tirano en su gobierno de los días, implacable en su juicio, cruel en su veredicto y sincero, leal compañero de destino.

El tiempo es la balanza que sostiene por un lado al sueño y por otro a la muerte, en el medio está el reloj, apuntando como una brújula la ruta al atardecer de cada día.

El tiempo es una telaraña de seda, es la araña y la presa, suspendidos en una guerra perdida. Son los escaques de un tablero de ajedrez, las mil posibilidades de juego, las piezas y los que mueven las piezas.

El tiempo es, mientras que nosotros estamos.