viernes, 22 de mayo de 2009

Los rostros de la locura


Sé lo que hay en tus manos, he visto en tus lineas las veces que has dejado una página en blanco y las tantas noches que tu pluma ha dibujado caligramas en las desnudas sábanas. Conozco el tiempo que te antecede y se lo que ven tus ojos todos los días al despertar; se de tus lagunas heladas y del tiempo congelado en las imágenes de tu memoria. He escuchado las voces de Alejandría y me han quitado el sueño los silenciosos alaridos que, a veces, a ti también te despiertan antes de que amanezca. Reconozco los sitios donde has estado y me he retirado de otros lugares cuando se que estás por llegar. Yo predije tu futuro en las lineas que me mostraste, exploré tu piel y en la oscuridad respondí los acertijos que desentrañaran tus secretos. Te encontré edificando murallas a tu alrededor, laberintos de palabras que se fundían con bloques de piedra para ocultarte, no dije nada, no me correspondía advertirte que estabas perdiendo el tiempo, que algún día tendrías que desandar tus pasos aunque eso significara dejar un rastro de dolor que no se borraría.



Tu ciudad es de melancolía, de rostros idénticos, de días que se parecen siempre al anterior, de silencios que no se comparten, de rutinas y diálogos que van perdiendo significado, de torpes interrupciones, de fingidas sorpresas. Pero allí estas, gobernando tu pequeño reino y decapitando los sueños que se atreven a hablar ¿hasta cuándo?



Hoy se que la locura es tan sólo una categoría literaria, que la verdadera, es dolorosa, aguda y eterna y sólo la conoce el que se llama cuerdo. Yo viajé con Géricault, con Goya y el Bosco, me dormí en un barco y recuperé todas las páginas del loco impuro, me soñé bajo un cielo verde y recité la felicidad de loco y de poeta, desperté... desperté y caminé entre los enfermos, los escuché perderse en frases ininteligibles, los vi mirar un océano inexistente, llamar a los muertos, convertirse en piezas de una maquinaria, en estatuas y hasta en personas respetables.



Comencé a pensar que no soy quién para advertirte nada, pero quiero mirar de nuevo las palmas de tus manos, saber si hay nuevas líneas o si en lugar de ellas ostentas cicatrices, quiero saber si el destino es uno, si el tiempo es irrecuperable o si encontraste una manera de escapar, volviéndote cuerdo, terriblemente cuerdo.

2 comentarios:

Marcelo dijo...

Siempre es bueno que nos adviertan acerca de los peligros de los decapitadores de sueños.
Un saludo

Olivier Franconetti Benamor dijo...

Vale!...

"de Sanchez Mejias,dicen los gitanos que versitos de oro escribia"

salud!