miércoles, 16 de enero de 2008

Desde cuándo, hasta cuando...


Los relojes venden caro su tiempo, cada manecilla apunta en dirección opuesta y confunde la ruta de los minutos, de las horas que a veces se quedan dormidas con el monótono ir y venir de los espasmódicos segundos. El tiempo se queda prensado en ese mecanismo oculto, enredado en los engranes, dolorido en su fuga, decapitado en su pecado. Tirante, el tiempo es tirano en su gobierno de los días, implacable en su juicio, cruel en su veredicto y sincero, leal compañero de destino.

El tiempo es la balanza que sostiene por un lado al sueño y por otro a la muerte, en el medio está el reloj, apuntando como una brújula la ruta al atardecer de cada día.

El tiempo es una telaraña de seda, es la araña y la presa, suspendidos en una guerra perdida. Son los escaques de un tablero de ajedrez, las mil posibilidades de juego, las piezas y los que mueven las piezas.

El tiempo es, mientras que nosotros estamos.

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