viernes, 18 de enero de 2008

Jaque Mate. El Rey ha muerto.



Es el significado del persa shah -rey- y el árabe mat -ha muerto-, de donde deviene Jaque Mate. Murió Bobby Fischer, el Gran Maestro Ajedrecista, luego de llenar con sus años los 64 escaques del tablero; 8 es el símbolo del infinito, ocho veces ocho es un número sagrado. El ajedrez es un juego peligroso, nadie que lo conozca puede opinar distinto. Fischer caminó 64 años en diagonal y dando brincos entre los cuadros blancos y negros, derribó torres, aconsejó monarcas, intuyó todo tipo de estrategias para flanquear alfiles, derrotó ejércitos, se coronó y tomó el trono que le correspondía, pero nunca supuso que su vida tendría el mismo número de escaques del tablero, o tal vez sí, y ese fue su último homenaje.

Cada vez que se comienza una partida se lleva a cabo una batalla que se disputa entre los Dioses y los Titanes, los Devas y los Asuras, los Ángeles y los Demonios, entre el Hombre y a Muerte como lo filmó Bergman en El Séptimo Sello. La casillas, blancas y negras, representan el dualismo fundamental del mundo, son el lugar o campo de acción de las fuerzas (divinas) en combate.

El ajedrez habla del destino, de la inteligencia por encima del azar y la suerte, pero aún así, estos tienen su propio lugar, en la intuición. El Maestro visualiza todas las posibilidades y ejerce su voluntad en un movimiento, pero existen también las probabilidades de las que depende, esas, no puede gobernarlas y son las que lo conducen, las que caóticamente pueden revertir una situación y borrar la existencia o abrir un camino y dominar al oponente. Dentro del tablero existen todas las posibilidades, en él se contiene al Todo, sólo el que es sabio y conoce las reglas, intuye las probabilidades y tiene un don preciado, la libertad. Sólo el Conocimiento otorga la Libertad, quien no lo posee, esta condenado a la suerte, al azar, al destino.

Jugar ajedrez es penetrar el terreno entre lo sagrado y lo profano, el encuentro de dos fuerzas en pugna, la oscuridad y la luz, que en forma se complementan, pero en el fondo sólo una es la que prevalecerá. Hoy, en Islandia, el Rey en exilio perdió la partida, hoy el tablero tiene un solo color.

miércoles, 16 de enero de 2008

Desde cuándo, hasta cuando...


Los relojes venden caro su tiempo, cada manecilla apunta en dirección opuesta y confunde la ruta de los minutos, de las horas que a veces se quedan dormidas con el monótono ir y venir de los espasmódicos segundos. El tiempo se queda prensado en ese mecanismo oculto, enredado en los engranes, dolorido en su fuga, decapitado en su pecado. Tirante, el tiempo es tirano en su gobierno de los días, implacable en su juicio, cruel en su veredicto y sincero, leal compañero de destino.

El tiempo es la balanza que sostiene por un lado al sueño y por otro a la muerte, en el medio está el reloj, apuntando como una brújula la ruta al atardecer de cada día.

El tiempo es una telaraña de seda, es la araña y la presa, suspendidos en una guerra perdida. Son los escaques de un tablero de ajedrez, las mil posibilidades de juego, las piezas y los que mueven las piezas.

El tiempo es, mientras que nosotros estamos.